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viernes, 8 de junio de 2012

Importancia de su obra

Eugenio Espejo fue ciertamente un hombre de la Ilustración. Asimiló las ideas que los pensadores modernos echaban a cir¬cular desde Europa. Poseía una biblioteca apreciable. Se entusiasmaba con los nuevos libros. Y congregaba en su hogar pobre y solitario a los jóvenes de Quito, para explicar y comentar la doctrina de aquellos. Se lo consideraba un verdadero filósofo (tal se despren¬de de las palabras de José Mejía, una de las personalidades más cabales dentro de la oratoria en lengua castellana, y en cierto modo discípulo de Espejo). Pero en su espíritu halla¬ban lugar no únicamente las ideas de su tiempo, sino también las de los clásicos. Estos ejercían sobre él mucho sugestión. Los citaba a cada paso. Y hasta prefirió la estructura de los diálogos a la manera de Luciano para exponer sus propias enseñanzas. Por eso se lla¬mó a sí mismo "el nuevo Luciano de Quito", o "despertador de los ingenios", que es preci¬samente el título de la primera obra que escri¬bió. El propósito que entonces alentó y que persistió a lo largo de su carrera, fue el de hacer una crítica sin contemporizaciones al estado intelectual de la Colonia.
El caso de Espejo es de los más únicos de nuestra América: por su ancestro, por su condición social, por sus estudios, por su labor de investigación científica, por su labor en el periodismo. Por su crítica de la educación pública y de las instituciones españolas. Por su docencia esté¬tica, por su nítida comprensión de la realidad americana, por su empeño revolucionario, mantenido con el sacrificio de la propia vida, y llevado hasta los países vecinos con ánimo ejemplar, Espejo fue "una de las figuras más descollantes de la Ilustración", y sus libros "la mejor exposición de la cultura colonial del siglo XVIII".


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